El refugio pertenece a la Federación Cántabra de Deportes de Montaña y Escalada (FCDME) y está abierto desde Semana Santa hasta el mes de octubre. Posee una capacidad para 6 plazas en literas y es gestionado por un guarda que ofrece todos los servicios que se pueden encontrar en un refugio de montaña: comidas, cenas, desayunos, refrescos y bebidas calientes.
Cabaña Verónica está debidamente equipado para proceder al rescate de montañeros perdidos o heridos; cuenta con un botiquín, una camilla especial para evacuación de accidentados, una emisora de radio perteneciente a Protección Civil y una estación meteorológica de la Red de Parques Nacionales. No existe fuente de agua cercana.
El refugio fue creado a instancias del ingeniero bilbaíno Conrado Sentíes y su amigo, el arquitecto Luis Pueyo. Se construyó utilizando la cúpula metálica procedente de la batería antiaérea del portaaviones estadounidense USS Palau, que se encontraba desguazándose en Sestao (Vizcaya).
Se tardaron ocho días en montar las piezas y materiales, los cuales se subieron a lomos de caballos debido al coste elevado que suponía el uso de un helicóptero. El refugio se inauguraría oficialmente el 13 de agosto del año 1961
Durante años el estado de abandono, lo convirtió en una ruina e incluso sufrió un incendio, llegándose a pensar entonces en su demolición, aunque finalmente se restauró.
En 1983 el montañero Mariano Sánchez Madina, que por entonces tenía 34 años, se instala en este pequeño iglú metálico, convirtiéndose en el guarda de Cabaña Verónica, donde permaneció hasta agosto del año 2007, posteriormente falleció en el año 2008 a la edad de 57 años.
Desde el 2008 hasta el 2013 el guarda fue José Ramón Pasalodos. Posteriormente estuvo Carlos León Revuelta, y desde 2018 lo es Jorge David Da Costa Dinis.
FCDME